Entrevista a Paola Siervo (segunda parte), Alejandro Leibowich



Alejandro Leibowich

-Además de estudiar profusamente la literatura musical. ¿Qué te gusta leer? ¿Cuáles son tus autores favoritos?

-Ahí vamos de nuevo con el desborde, jajaja… De los amados por todos: Cortázar, la poesía de Rubén Darío, Ernesto Sabato, Benedetti, Borges, Octavio Paz. Tuve una época Dostoievski, Una época más filosófica donde me apasione con Camus, Nietzsche, Sartre y por supuesto he leído y admiro mucho a Simone de Beauvoir. En la ciencia ficción me gustaría nombrar a Isaac Asimov, a Ursula k Le Güin, que falleció hace poco y de quien es el cuento que a mí más me ha impactado llamado “Los que abandonas Omelas”. 


Otro libro al que siempre vuelvo  es por ejemplo “Antología de la poesía Surrealista” de Aldo Pellegrini o “Las flores del mal” de Baudelaire. 


Después, más actual he leído y disfrutado mucho a Carlos Skliar con quien tengo una bella comunicación y quien por ejemplo ha puesto a disposición sus textos y su voz grabada para uno de los audiovisuales que edite con mi piano.


He descubierto autores como Daniel Krupa, que me enamoró con su novela “EL sobretodo metafísico”  o Marianela Anastasio con su libro “No será lo mismo”. ”Los desiertos” de José Supera o  "Rebelión en la Opera" de Carlos Ríos,  por nombrar algunos de los actuales que me han atravesado y que he conocido a través del taller de escritura y editorial independiente “El espacio”.  Me gusta también salir de lo que ofrecen las grandes editoriales. Como en la música, hay excelente literatura que no circula en el mercado grande. 


-¿Cómo ves a la Argentina a nivel creativo? Si hay nuevos talentos...


-La veo muy bien. Pienso que sigue apareciendo gente muy creativa en distintos ámbitos y estilos; que se van gestando nuevas maneras también de concebirla y me gusta que eso pase.  La música no está aislada en el mundo, tiene un contexto, un tiempo, un modo de pensar, una sociedad que la rodea, a la que le pasan cosas de toda índole. 


Me asusta un poco esa ocupación exacerbada, no sólo en Argentina, sino en el mundo, de la panacea visual como remedio o sostén de un producto sonoro.  Esa sobredosis de packaging musical, de tren imparable que termina convenciendo más que lo sonoro hoy en día.  No niego la importancia y la riqueza que genera la interacción con distintas ramas del arte, de hecho es algo que hago y disfruto también como espectadora.  Me refiero a la imagen vendible, a la estrategia de consumo, de mercado. Hoy es deber del artista informarse y estar al día de estas cuestiones. La pregunta es: si HAY que hacerlo porque sino "no existís”.  ¿A partir de que parámetros terminamos eligiendo la música?


No me parece que necesariamente todo “lo nuevo es mejor”, una sentencia que escucho mucho, con cierto desprecio a lo viejo. En ese afán de innovación  a veces se validan cosas que en mi sentir, no responden a esa afirmación.  Entonces comienza a aparecer una tendencia estética, literaria y sonora, como molde de modernidad, que responde a la idea de “Lo nuevo” y que tiene un lugar asegurado en la aceptación del presente. 


No estoy diciendo que lo mejor sea quedarse en el pasado,  ni que nada nuevo pueda sorprenderme o conmoverme.  A pesar  que toco música “vieja” profesionalmente, escucho, pruebo, proyecto en otra intimidad todo tipo de música. Me molesta también cuando una persona propone algo nuevo ya sea en términos compositivos, de improvisación o de interpretación y enseguida allí detrás están los fundamentalistas de siempre, acercando la teoría de que no hay nada nuevo para decir, que eso ya ha sido dicho, negando la particularidad, que de por si late diferente en cada uno.  


Pienso que es importante el acto creativo, el seguir probando otras maneras de decir los materiales que ya existen, con la sabiduría de no borrar el pasado.  Me molestan los fundamentalistas de “lo nuevo es mejor” y los fundamentalistas de “lo viejo es mejor, está todo hecho”.


Me emociona encontrarme con nuevas formas de expresar la música, cuando las encuentro genuinas, cuando no responden a una estrategia de mercado, ni de moda melómana. 

-¿Dónde encontrarlos?


-El problema de esta época es que todo está a disposición, ofreciéndose con novedad perpetua. Es muy difícil encontrar en un mar de datos. Cuando ese laberinto me atrapa, me voy a lo mínimo. Puedo decir que la ciudad de La Plata, donde vivo actualmente, es un bello campo de semillas lunares que florecen por las noches en bares, centros culturales, teatros.  Lo mejor se descubre para mí en ese recorrido vivencial y personal. Que los vientos nos rocen la piel. Que la música entre por nuestros oídos, escuchándola en vivo, que nos emocione y nos convenza a través de esa emoción particular para cada quien, sin tanta cascara que quitar para llegar al sonido. 


-Tu labor como docente además de generar y transmitir conocimiento. ¿Cómo te transforma? ¿Qué buscás estimular principalmente en el alumno?


-Me transforma desde el momento que creo que la estimulación es mutua. Trato de trasmitir herramientas para poder tocar con comodidad el instrumento  y eso es denso de aprender. Así que mi mayor foco esta puesto en poder acercar esa posibilidad sin que la música se transforme en un pesar. Sin que muera el juego. Para poder generar sensaciones en el que escucha. Jugar a la montaña rusa con las dinámicas. Tener pinceles con distintos colores en los dedos.  


Nada más hermoso que un artista que disfruta el escenario, sea ese escenario el de un teatro, el de una casa perdida en algún lugar del mundo o aquel momento imaginario solitario cuando jugamos con total seriedad. 


-Se podría decir que “mesmerizás” algunas obras al interpretarlas, que le conferís poderes especiales. ¿O es que sólo me estoy sugestionando?


-Creo que te estás sugestionando jajaja. 


-El intérprete cuando enfrenta al público inevitablemente actúa. Actuar según Freud, es un hecho en virtud del cual el sujeto, dominado por deseos y fantasías inconscientes, los vive en el presente con un sentimiento de actualidad, tanto más vivo cuanto que desconoce su origen y su carácter repetitivo. ¿Qué opinás?


-¡Totalmente! Pienso que el desconocimiento o la falta de conciencia tienen que ver con cierto estado de felicidad.  Desconocer el carácter repetitivo de todo lo que pueda constituirse como una rutina es mantener viva la intensidad del momento. Que los deseos y las fantasías inconscientes, puedan aparecer en el terreno real, de la conciencia, es un juego en el que me quiero quedar. 


-Hay un cuento de Julio Cortázar, llamado “El perseguidor”, ahí el personaje Johnny Carter siente que el tiempo transcurre en ocasiones de distintas maneras. ¿Qué opinás de eso? ¿Tiempo biológico, tiempo psicológico?


-Exactamente. Me parece una maravilla la percepción del tiempo mutante. Cortázar pensaba que viajar en el metro era como estar metido en un reloj.  Consideraba el metro un lugar de pasaje, donde se entraba en una categoría lógica totalmente diferente, donde la sensación del tiempo cambiaba con respecto a la superficie e instaló esta idea en su personaje Johnny Carter.   


Retomando a los surrealistas, pienso que el cuadro de Dalí "La persistencia de la memoria"  es llevar al pincel la concepción cortaziana del tiempo en el metro de París.






-El intérprete debe someterse a una rutina física importante que los que no están en cuestiones musicales desconocen. Tenés que estar en óptimas condiciones físicas, como lo estaría un tenista. ¿Qué podés decir al respecto?


-Sí, es cierto. Sobre todo porque un intérprete debe tener colores en los dedos. Durante muchos años me dediqué a concursar y a tocar profesionalmente música clásica como solista, y en esas épocas comparaba un poco el entrenamiento técnico que hacía con el deportivo. La"música clásica" en combinación con la competencia, es un coctel demandante.  Después hay otro tipo de rutinas que se dan también. De tiempo creativo, de tiempo de ensamblado, de sonoridades, de búsquedas internas, que todas las músicas atraviesan y necesitan.  Pienso que el trabajo permanente, el hábito, es necesario para generar un resultado sincero con uno mismo, cualquiera sea la música que encaremos.  


-¿Cómo ves a Paola Siervo en retrospectiva?


-La veo feliz, porque está rodeada de gente muy querida.  

-¿Qué te trajo una satisfacción tan inmensa que no podes dejar de frecuentar en la memoria?
   


-Siempre cuento este momento, del que también guardo una foto que me regalo muchos años después quien fue mi primera profe de piano.  No por la inmensa satisfacción que me trajo, sino por el aprendizaje que me dejo.

Ese día la consigna era ir de blanco y rosa a la muestra de fin de año. Yo nunca lo registré. Llegue al teatro y me encontré siendo la única de celeste en mi primera presentación en público. Un desfasaje indumentario con moño prominente que género más de una carcajada. Lejos del bloqueo la solución que la Pao de los 5 ofreció fue: "Pero en las medias tengo unas florcitas rosas" y  subió feliz al escenario. 

Ojala hoy pudiese seguir manteniendo esa capacidad resolutiva. Como diría el personaje del tiempo en "Alicia a través del espejo": "No puedes cambiar el pasado, pero puedes aprender de él..."

-Y el hoy… Johnny Carter decía: “esto lo estoy tocando mañana”...

¿Cómo te imaginas tu futuro en lo que respecta a la música? ¿Qué te gustaría hacer que todavía no hayas hecho?

-Tantas cosas, tengo 36 y comencé a mis 5, digamos que ya 31 años. ¡Y esto recién comienza!!... Me gustaría meter la nariz en otras músicas, como el jazz, el rock o el folklore que he tocado menos. Me gustaría darme tiempo para jugar con las nuevas tecnologías vinculadas a la música. Me gustaría sentarme al piano y hacer mis temas, aunque más no sea para mí.  Aprender tantos instrumentos pendientes. 


Me gustaría tener tiempo de escribir trabajos de investigación vinculados a la música que me dan vueltas en la cabeza. Me gustaría trabajar conjuntamente con otras ramas de arte en un montaje más grande que un concierto. Me gustaría trabajar en la mezcla cine-música. Y así es como aparece, una vez más, el desborde… jajaja. 


-¿Recordás tus sueños? Si es así, ¿cómo suele ser un sueño tuyo?

Lo onírico suele estar menospreciado…

-Tomo muy en serio los sueños. Hago el ejercicio de pensar en lo que soñé cuando me levanto. He escrito de hecho un cuento donde el personaje principal se acuesta a dormir y sueña.  Me gusta lo inconexo de los sueños. Es como estar ahora hablando acá y de repente sentir el aroma a las pinturas frescas que rodean la plaza de Montmartre, y de un momento a otro abrir los ojos y ver las migas de pan que los turistas le tiran a los patos en los parques de Londres, subirse a una bicicleta nocturna y tomarse una cerveza en la caverna de Liverpool que transpira magia. Y en el segundo siguiente, comernos la mejor empanada de nuestras vidas debajo del cerro de los siete colores, cuyo nombre suena a sueño. 


-Estamos por terminar esta entrevista y no dejo de escuchar mentalmente tu interpretación de la Arabesque N°1 de Debussy…


Me despido y creo que ya no soy el mismo que antes. El trato con alguien mágico me ofrece relecturas de lo que llaman los empiristas la realidad. ¡Gracias por esta charla!, ¿te gustaría agregar algo?

-Creo que ya he hablado demasiado, para no perder la costumbre.  Sólo volver a agradecerte por tu tiempo, por tu curiosidad, que tanto valoro no necesariamente hacia mí, pero si hacia la vida. El ser curioso, el ser inquieto, que pregunta, que se pregunta es un tesoro. GRACIAS a vos por considerar que de este lado había algo para decir. 


Todos somos víctimas y/o esclavos de nosotros mismos alguna vez. En esta ocasión, en mi caso, he quedado fascinado o tal vez mesmerizado por este encuentro. Y no creo que sea sugestión mía.

Paola Siervo es una persona virtuosa, en todo la acepción de la palabra virtuoso.
                       
                                       

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